viernes, 4 de septiembre de 2009

Un bastardo con gloria

Quentin Tarantino es el cineasta más ingenioso y provocador del cine contemporáneo. Hace casi dos décadas, que con films tanto entretenidos como intelectuales, se fue convirtiendo en un realizador con un estilo propio de un gran conocedor de la materia cinematográfica, destacando en sus películas una estética vistosa y el empleo de diversos recursos, como temáticas de extrema violencia, pero a su vez con un gran sentido del humor. El estadounidense es el gran maestro de la cita, de los conocimientos acerca de cómo hacer cine, de crear mundos llenos de personajes de una gran personalidad a través de guiones sofisticados repletos de elocuentes diálogos y efectivas estructuras narrativas.
En Inglourious Basterds, Tarantino vuelve a deleitar con su virtuosismo, tanto con el visual como el de contar historias, las cuales se irán intercalando para enriquecer a la obra, ya que con este nuevo film (como lo fue en la saga Kill Bill) vuelve a la subdivisión en capítulos, y en este casi serán cinco presentaciones que se complementaran para darle fuerza a la narración.
La película principalmente tratará temas recurrentes en el cine de Tarantino como la venganza, la violencia, el heroísmo y la sátira. En Inglourious Basterds se puede decir que de cierto modo se esta reescribiendo la historia ya que el film se centrará en los hechos de la Segunda Guerra Mundial, aunque con consecuencias alternativas a los hechos reales.
La ficción se centra en las peripecias de un escuadrón de soldados suicidas, los cuales liderados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) no harán otra cosa que matar nazis de la manera más despiadada. Estos hombres serán denominados “Los Bastardos” y harán cosas como quitarle el cuero cabelludo a cada una de sus victimas como destrozarles la cabeza con un bate de baseball, por lo cual serán el temor de cada alemán que escuche el rumor de su existencia.
Paralelamente se encadenará a los hechos el proceder de Shosanna (Mélanie Laurent), una joven judía francesa quién sufrió la muerte de su familia en manos del ejército alemán y que albergará en su cine el estreno de un film nazi al cual asistirán los principales miembros del Tercer Reich: Adolf Hitler, Joseph Goebbels y Hermann Göring, y obviamente su idea será aniquilarlos y saciar su sangre vengativa.
En este caso se podrá ver la importancia de los personajes femeninos en el cine de Tarantino, ya que Shosanna tendrá la misma o mayor fortaleza que los hombres y nada impedirá que cumpla con su cometido, como podríamos situar a los personajes de Pam Grier en Jackie Brown, Uma Thurman en Kill Bill o el rudo grupo de señoritas que justiciaría a Kurt Russell en Death Proof.
Pero como todo film del estadounidense, Inglourious Basterds es un homenaje al cine, una obra repleta de guiños, no solo al clásico cine bélico como The Dirty Dozen de Robert Aldrich y al sarcasmo de Cross of Iron de Sam Peckinpah; sino más a los films de Sergio Leone, ya que se podría decir que este último film de Tarantino es en gran parte un spaghetti western y podría ser una especie de Il buono, il brutto, il cattivo (El bueno, el malo y el feo) en el marco de la Segunda Guerra Mundial, desde la estructura narrativa y la caracterización de sus personajes hasta los arreglos musicales.
Pero Tarantino no solo deleita con sus citas, tanto a films clásicos como propios, sino que debe ser el director moderno que más aprovecha los recursos que le da el cine, para hacer de estos una especie de collage plástico con la imagen (cuestión que había explotado al máximo en Kill Bill), desde cámaras lentas, el pausar de las acciones, los impactantes planos detalle, como la superposición de títulos que indiquen la importancia de personajes, lugares y situaciones.
También es fundamental como el realizador de Pulp Fiction usa magestualmente los diálogos, expresiones, primeros planos y movimientos de cámara para atrapar al espectador, como lo será en la introducción con un exquisito parlamento entre el siniestro coronel Hans Landa (gran interpretación de Christoph Waltz) y el francés que albergaba a la familia de Shosanna, larga escena (al estilo Thurman/David Carradine en el desenlace de Kill Bill Vol. II) que excede los veinte minutos sin nunca hacer perder la tensión, esa que el estadounidense mantiene extraordinariamente gracias a su capacidad para contar cada fragmento de sus historias.
Pero por sobre todas las cosas, hay que decir que Tarantino es un detallista, no sólo en cada cuadro y diálogo, sino también en la excelente selección musical, desde diversas melodías del mítico Ennio Morricone hasta una brillante escena dibujada con «Cat People (Putting Out The Fire)» de David Bowie. Otro punto para destacar de Inglourious Basterds es la diversidad de idiomas que les dan gran verosimilitud a una trama que está desarrollada en base a varios personajes alemanes y franceses, cuestión poco frecuente en las producciones estadounidenses que generalmente optan por un inglés con acento “extranjero”.
Inglourious Basterds no será una obra de culto como Reservoir Dogs o Pulp Fiction, pero si es un gran film, otro homenaje de Quentin Tarantino hacia el cine, concretando una película desquiciada, profunda y asfixiante desde lo visual hasta lo narrativo, que hace ver a su realizador como un gran bastardo, pero de aquellos llenos de gloria.