lunes, 31 de marzo de 2008

Crónica de un show brillante

“¡Qué groso, loco!¡vimos a Ozzy!” le decía a Juan... “Quiero un abuelo como él”, me contestaba mi amigo. Debo decir que el show que dio el Sr. Osbourne el domingo en el Quilmes Rock fue impecable, de alto vuelo... catorce temas con los que se vibró a full.
Fue una noche más que agradable en el estadio de River Plate. Todo comenzó-o al menos para nosotros- con la presentación de Rata Blanca, quienes brindaron un show aceptable en donde repasaron sus éxitos y sorprendieron con una buena versión instrumental del clásico de Pink Floyd Confortably Numb.
Después se dio la sorpresa de un mini show del genial Carca-el cual no estaba anunciado-, quién hizo un homenaje al rock nacional repasando tres clásicos: Despiértate nena de Pescado Rabioso, No pibe de Manal y cerrando con el hit Rutas Argentinas de Almendra. Lo lamentable de la noche fue que un grupo de energúmenos empezó a arrojarle cosas a Carca ¡increíble!, se ve que algunos no están capacitados para disfrutar de uno de los mejores músicos de la movida under de los últimos tiempos, que encima estaba interpretando de manera brillante un clásico compuesto por el inigualable Luis Alberto Spinetta ¡patético!¡de no creer!. Igual el excéntrico músico se retiró siendo irónico con aquellos idiotas, mientras los que apreciamos de la buena música le brindamos unos merecidos aplausos.
Luego vino el turno del popular grupo estadounidense Korn, de los cuales debo decir que no son de mi mayor agrado, aunque admito que dieron un show más que respetable a partir de la carisma de su líder Jonathan Davis, y hasta llegando a tener puntos altos cuando tocaron hits como Freak On A Leash, Got the Life y Blind.
De ahí en más todos comenzamos a gritar por la aparición de quién iba a ser la estrella principal de la noche, el gran Ozzy Osbourne. Unos minutos antes, como anticipo, se pudieron observar en las pantallas gigantes unos videos bizarros que interpretaba la estrella del metal, en donde parodiaba a la película The Queen de Stephen Frears y a reconocidas series de TV como The Sopranos, entre otras.
Alrededor de las 22.30, el ídolo apareció en escena y toda la multitud que se hizo presente –alrededor de 60 mil personas- empezó a disfrutar de la diabólica risa del británico, quien junto a su banda comenzaban a tocar I Don´t Want To Stop.
Decir que el recital fue increíble es poco... se gozó del mejor rock posible y de una estrella al cual parece que sus 59 años no le pesan para nada. Se lo pudo ver a Ozzy saltar, correr de aquí para allá, levantar al público con sus reiteradas arengas y hasta mostrar su trasero en medio del show.
El ex líder de la fenomenal Black Sabbath deslumbró con varios de sus geniales éxitos al tocar clásicos como Bark At The Moon, Mr. Crowley, Change The World y Mama I Coming Home, así como también grandes temas de aquella mítica banda del metal como War Pigs, Carzy Train y Iron Man.
¿Se preguntan por el cierre? Qué más que el monumental temazo Paranoid para hacer explotar el estadio y dejar emocionados a todos los fanáticos con una versión sublime.
Fue una noche inolvidable para todos los que dimos el presente, un recital como hace bastante no se veía, el cual tuvo toda la energía y la carisma de un grande, quién más de una vez se lo pudo ver sonreír y quedar deslumbrado por la pasión del público argentino, de aquellos que aman la música y humildemente le decimos ¡Gracias Ozzy!.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Estupor

Era una tarde de transición entre el verano y el otoño, las almas no sabían si transpirar o caer, cada instante era una pregunta, una secuencia de lo que estaba sucediendo en lo profundo de su ser, en esas ventanas que cada vez se venían abriendo más y hacían parecer que lo que se encontraba lejos, cada vez estaba más cerca.
La ciudad estaba loca, se mareaba sola, y el joven caballero que transitaba por tales aceras se encontraba desorientado... mucha gente, ruidos, carteles y encima todo lo que venía pensando que hacía que su latidos crezcan atrozmente.
De repente, mientras una canción de jazz escuchaba, sintió una vibración en su muslo izquierdo y se sorprendió, por lo que paró su marcha por un segundo. Era ella, aquella princesa que el destino le venía manifestando que cada día tendría mas importancia en su vida. Al principio sonrió, luego se dispuso a intercambiar una que otra frase con ella; pero al rato, el tiempo se detuvo, él ya la venía notando distinta, no en su esencia, sino en su estado anímico que venía levantando vuelo.
Todo le parecía que empezaba a flotar y girar, él se quedó paralizado, el rumbo de la situación había cambiado, o mejor dicho estaba llegando a su punto culmine. El muchacho optó por bajarse de su caballo y recostarse un rato en un enorme ombú que había visto. Ya no se podía mantener más en pie, su cuerpo le sudaba y de a ratos temblaba, era como si ella con su energía le estuviera pasando toda esa excitación que contenía.
Nada tenía ya que ver con nada. La tecnología hace rato había dejado de tener la función de tecnología para ser tan solo el medio de un intercambio placentero, mágico y encantador.
Él no comprendía mucho de lo que pasaba, pero sí que lo disfrutaba; hasta que de repente sintió que se escuchaban unas bellas melodías de infinita pasión entre rubíes y botes que chocaban entre olas de almejas empapadas, desparramando una mezcla de gritos entre el cantar de unos pájaros, para hacer volar un poema e incrustarlo en un aura.
Ella le contagió los suspiros, después entre palabras entrecortadas y tartamudeos no intencionales, pudieron apreciar una sonrisa mutua, un momento extraño, loco, diferente y hasta sorprendente para una rutinaria tarde que ya era atípica, para terminar siendo de aquellas que perduran en la memoria.
La intercepción de almas ya se había cortado y con una canción había finalizado, entonces el miró el cielo, se enterneció con esa estrella que no estaba, pero si observaba y continuó su travesía, la cual ahora sería una aventura mucho más que atractiva, al compás de aquellas melodías que no se borrarían.


Creado en 2007.

lunes, 17 de marzo de 2008

Presenciando a una leyenda

La noche del sábado fue más que agradable, ya sea por lo cálido del día, como por lo que implicaba sentimentalmente tener a un ídolo tan de cerca. Eran más de unas 20 mil personas que concurrieron al estadio de Vélez Sársfield que podrán decir que presenciaron un buen show de uno de los mitos vivientes de la música. El que estaba frente a la multitud era el gran Bob Dylan que a lo largo de casi dos horas repaso a través de 18 de sus temas, una parte del genial repertorio de una carrera brillante.
Fue un recital de aquellos históricos, en donde por momentos dejaba de tener relevancia si el show que brindaba el estadounidense era más o menos extraordinario, ya que de seguro para los que se hicieron presentes quedará en el recuerdo que a partir de que arrancó el espectáculo cuando comenzó a sonar Rainy Day Women #12 & 35, de aquel momento hasta el final dio la sensación -y la emoción- de tener a una de las leyendas del rock a tan solo unos metros.
Retrocediéndose un rato en el tiempo hay que decir que se hizo presente como telonero León Gieco, quién contó en el final de su presentación con la colaboración de Gustavo Santaolalla, en tanto que casi cuando estaba finalizando su repertorio se dio la primera gran sorpresa de la noche, la presencia de otra leyenda del rock: el genial Charly García, quién toco la guitarra eléctrica y cantó junto a Gieco, haciéndose presente con el discurso “todo sea por Bobby”.
Pero volviendo a lo central de la noche, hay que decir que Dylan brindó un buen espectáculo, en donde fue acompañado por un muy buen grupo de músicos, en una velada que lo vio al estadounidense tocando la guitarra eléctrica en los tres primeros temas, para a partir de ahí asentarse en el órgano hasta la culminación del show.
A lo largo de la sesión, hay que decir que Dylan repasó grandes temas su último y gran disco Modern Times, como también realizó grandes interpretaciones –y versiones totalmente distintas como suele acostumbrar- de grandes hits como Lay, Lady, Lay, Watching The River Flow, Just Like A Woman, Highway 61 Revisited, Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again, All Along The Watchtower y el legendario clásico Like A Rolling Stone, en donde se observó vibrar al público con mayor esplendor a lo largo de la noche.
Por otro lado, quizás el momento más llamativo del concierto, fue cuando Dylan interpretó el clásico Blowin´ In The Wind, el cual fue tan reversionado que hasta se podía notar a los más fanáticos desconocer de que tema se estaba tocando cuando sonaban los primeros acordes.
En planos generales fue una buena función, de la cual se le pueden reprochar pequeñas cosas como el casi nulo contacto de Dylan con el publico -faltó el típico “Hola Buenos Aires, Argentina...”-, como que tampoco haya tocado la guitarra acústica que tanto lo caracteriza. Algunos habrán dicho ¿por qué, Bob?, pero en fin, los maestros son así, a veces tienen sus cosas (como todos las tenemos), por eso solo hay que disfrutar de su arte, de gozar de haber tenido la oportunidad de tener tan de cerca a la leyenda del rock.

lunes, 3 de marzo de 2008

Vida

Era un cuartito muy diminuto en el subsuelo de una vieja casa. El sitio era muy oscuro, con pisos disparejos de una añeja y podrida madera, en donde sobresalía una importante humedad en las maltratadas paredes.
En el centro de este lugar, sentado en una pequeña banqueta y debajo de una lamparita que proporcionaba sus ultimas chispas de vida, se encontraba un joven solitario y muy cansado. Su aspecto era de un hombre treinta años mayor a lo que era en realidad. Ya su juventud se había transformado en olvido, sus cabellos parecían nubes a punto de sacudir una tormenta, mientras que su rostro se derrumbaba y sus expresiones se habían ido de viaje hace siglos. Pero la karma de su existencia y lo que más lo había maltratado en su vida era que sus piernas se habían quedado corriendo en un campo lejano de sueños vacíos.
Con todo el esfuerzo posible, trataba de alzar la cabeza para contemplar el único brillo que se encontraba en la habitación, pero lo veía como algo lejano, como de otra vía láctea. Sus uñas estaban verdes, sus muñecas rasgadas y sus ojos transparentes.
Ya casi no podía ver, y aunque pudiese le costaba mucho levantar sus párpados. La pastilla lo había desgastado, se la pasaba el día dentro de su vigilia imaginaria. El fin se acercaba cada día más, pero a su vez los días eran tan intensos que duraban años. Las pesadillas lo perseguían en su mundo de fantasía, en tanto que su realidad lo maltrataba tanto que ansiaba con volver a ese infierno.
Uno de las tantas tardes que trató de acabar con toda esta historia, no se mantuvo en equilibrio y se cayó de su asiento golpeándose el cráneo contra el suelo. Al rato empezó a sentir mucho frío, su cuerpo se congelaba, y la nieve que empezaba a caer en la sala en enormes cantidades, lo iba cubriendo. Sentía que estaba por volver a quedar inconsciente, que el desmayo era crónico.
Al cabo de unos minutos se encontró arropado y con el calor de una fogata. Él no entendía lo que estaba sucediendo, pero lo que más le sorprendió fue cuando giró su mirada y vio a un niño de unos dos años, de enorme cabeza pelada que lo miraba fijamente con sus ojos blancos.
El bebé puso a calentar en una olla una bebida de un color parecido al té, y cuando hirvió le convido al desolado hombre.
Con el primer trago sintió un calor que en su vida había experimentado. De a poco recobraba sus energías perdidas, su piel como por un arte sobrenatural volvía a tener color y sus heridas se sanaban, mientras que él, que no estaba acostumbrado a pronunciar palabra alguna sentía como sus cuerdas vocales se volvían a unir.
-¿Dónde estamos?.
-En el momento más hermoso que se puede llegar a estar. En un lugar donde el tiempo no progresó, el pasado se olvida, el presente no te asfixia y el futuro no es importante. En donde los días no se sufren y las noches no te hacen sentir solitario.- le responde el niño sabiamente.
-Pero...¿quién eres y qué será de nosotros?.
-Yo no soy nadie y tu tampoco, nunca lo fuimos. Somos microorganismos que recorrieron su camino flotando en una burbuja de sentimientos, los cuales transcurren en eso que se llama vida. Esa historia que unos tienen la suerte de superarla satisfactoria o erradamente. Pero solo tengo unas palabras por decirte, amigo. La vida dura lo necesario para cada uno, pero al final solo quedan los sentimientos.
A las nueve de la noche, como era habitual en la rutina diaria, la enfermera abrió la puerta para dejarle la cena a su paciente, pero todo estaba totalmente oscuro. Prendió su linterna y observó que tal hombre estaba tirado en el suelo rodeado de una laguna de sangre congelada, en tanto que la lamparita que colgaba del techo nunca más iluminaría nada.


Creado en 2006.