lunes, 11 de enero de 2010

Sólo un nuevo impacto visual de Cameron

Avatar, de James Cameron, era el film más esperado y promocionado de los últimos tiempos, ya sea por sus cualidades visuales que proponía, cómo por la incertidumbre que producía el lapso de años que el director no dirigía desde cuando se presentó la multipremiada Titanic en 1997.
La nueva película transcurre en el año 2154 en Pandora, luna de un planeta ficticio en dónde en una región se encuentra el unobtainium, un mineral precioso de sumo valor que hará que una empresa terrestre se instale ahí para sustraer el sólido.
Aunque ya se hizo anteriormente en diversas oportunidades, es muy interesante como Cameron construye un mundo, una raza (unos humanoides azulados denominados Navi) y un idioma propio.
Pero lo más destacable de Avatar es su riqueza visual. Probablemente sea el film que más haya explotado la utilización de la tecnología 3D; y las distintas capas que se pueden observar dentro de cada plano, como la profundidad de campo por momentos son majestuosas.
Por otro lado, los efectos especiales y sonoros nunca dejan de sorprender a los largo de los 163 minutos de duración. Éstos resultan asombrosos, como la fotografía de Mauro Fiore y el gran trabajo de todo el equipo de dirección de arte; tanto que sería un desperdicio no aprovechar Avatar en una sala que no tenga tecnología en tres dimensiones.
Pero volviendo al argumento, se encuentra lo más flojo del film. Una empresa privada será la que se instale en Pandora para extraer el unobtainium, misión que estará comandada científicamente por la doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) y militarmente por el despiadado coronel Miles Quaritch (muy buena interpretación de Stephen Lang). Es ahí cuando aparece en acción Jake Sully (Sam Worthington), un marine que quedó invalido en guerra y será insertando, como otros, en cápsulas para que sus mentes se trasladen a la de los cuerpos artificiales unos navis creados genéticamente (denominados avatares), así éstos podrían acercarse y meterse dentro de la civilización nativa y adquirir sus conocimientos y quitarles valiosa información.
Pero es a partir de aquí donde el conflicto entre razas y la idea de la pertenencia se trastorna un poco, cuando en medio de su misión, Jake se enamora de la nativa Neytiri (Zoe Saldana), produciéndose una relación amorosa entre seres de distintas raíces, tal cual en la leyenda de Pocahontas, o viéndolo de otro punto de vista entre un rezagado militarmente y una joven aborigen, como en Dance With Wolves de Kevin Costner.
Todas estas referencias hacen que la historia de Avatar, símil ideológicamente a la masacre de la conquista de América en 1492, sea un tanto predecible y lejana a narrativas mucho más filosóficas de Cameron como The Terminator. También muchos temas que abarca el film pueden vincularse con la política mundial de los últimos años, ya que a partir de la búsqueda del unobtainium en Pandora, se pueden interpretar desarrollos similares a la explotación del petróleo en Irak y su catástrofe posterior.
En conclusión, Avatar está compuesta por un guión básico, que entre hechos relacionados con la mismísima historia de la humanidad, la leyenda de Pocahontas y aquella idea de entrar en otra realidad estilo The Matrix de los hermanos Wachowski, hacen que el film parezca un tanto convencional; aunque tanto su grandeza visual y su constante ritmo, más el plus 3D, producen que sea una película interesante y sumamente entretenida.