jueves, 25 de marzo de 2010

En el país de la confusión

Alice in Wonderland, del británico Lewis Carroll, es una de las obras literarias más aclamadas del siglo XIX, la cual fue producto de diversas transposiciones, ya sea para cine, como en óperas y funciones teatrales.
El aclamado director Tim Burton será el que tomé esta historia como la de Through the Looking Glass (obra posterior de Carroll), para crear una nueva narración a su exquisito mundo cinematográfico, aunque en esta ocasión el film será un tanto errado. Para la nueva película, Alicia, más crecida y cercana a los 20 años, volverá al país de las maravillas y se encontrará con los mismos personajes con los que había tenido sus vivencias en la niñez, cuestión que le hará dar razón de que lo vivido no había sido un sueño y por ende los problemas que tendrá que enfrentar en el presente serán reales.
Generalmente los films más logrados de Burton son aquellos más personales como Edward Scissorhands, Ed Wood y Big Fish, los cuales están compuestos de libretos originales o no provienen de historias muy populares; en tanto que mediante a lo que adaptaciones de fábulas masivas se refiere, su nivel artístico no alcanzó la cúspide de su creatividad, como había sido con Planet of the Apes.
Pero hay importantes excepciones que luego fueron grandes películas como Batman (adaptación del comic de Bob Kane) y Sleepy Hollow (de la historia de Washington Irving); aunque en este caso, la transposición de la obra de Carroll será más que floja y lejana a los excelentes films de la autoría burtoniana.
Siempre se dijo que era muy posible que Carroll haya ingerido drogas alucinógenas al momento de escribir Alice in Wonderland y su respectivo universo fantástico, más aun de que éste a través del film animado de Walt Disney haya sido tomado como icono lisérgico a fines de la década de 1960, tras las previas críticas negativas que había recibido en su estreno en 1951.
Pero en este caso, todo lo fortuitamente subliminal que tenía la adaptación de dibujos animados, el nuevo film de Burton lo omite. Recrea una historia que condensa mucha información, atropella las acciones y carece de ingenio, especialmente por el pobre guión de Linda Woolverton, que provee personajes inexpresivos y diálogos poco inteligentes.
Volviendo a los protagonistas de Alice in Wonderland, en este punto es dónde se encuentra uno de los principales inconvenientes de la película, ya que a excepción de la Reina Roja que es interpretada correctamente por Helena Bonham Carter, tanto la Reina Blanca (Anne Hathaway), cómo la propia Alicia (Mia Wasikowska) resultan fríos y apacibles; pero más allá de todo el que afecta más a la estructura narrativa será el Sombrerero Loco (Johnny Depp), quién en el libro original tiene escasa participación y en la película de Burton es uno de los principales, que en vez se servirle al desarrollo de la obra, pareciera que el director le dio tal importancia para cumplir su anhelo personal con su clásico actor fetiche.
A favor del film, se puede decir que está bien logrado estéticamente y que aquella visión barroca de las cosas que propone Burton en anteriores films como Edward Scissorhands y Sleepy Hollow tiene una continuidad artística, en este caso a través de la fotografía de Dariusz Wolski, aunque conociendo la trayectoria de Burton y lo que implica la obra literaria, tanto lo visual como a su vez lo narrativo podrían haber sido más delirantes.
Respecto a lo que implican tecnologías actuales, parece que la película fue hecha en 3D por cuestiones de marketing, ya que se sabe que este recurso digital tuvo una gran aceptación en el público, pero en este caso no le aporta nada al film, al contrario de Avatar de James Cameron que produjo interesantes innovaciones en lo relacionado a la profundidad de campo.
En conclusión, a pesar de algunas certezas estéticas, con Alice in Wonderland, Burton concreta un film muy flojo y pobre narrativamente, que termina siendo desequilibrado, confuso y en ciertos puntos un tanto denso, y que poco tiene de la personal autoría del director, sino que más que nada parece un mero encargo y un paso en falso en la carrera de un genio.