sábado, 26 de enero de 2013

Elixir


   Era en la ciudad de la fluctuación dónde ella estaba encarcelada. Se podía observar una eminente fortaleza y por ahí, como si nada lo perturbara, un dragón tocando una pieza con el arpa. Era una situación un tanto sofocante para un antihéroe que ni de armas sabía, pero de todas maneras debía rescatarla.
   No era un cuento de hadas, sino la realidad fantástica que se había creado, o la que había creado a ella o quizás el destino jugando a las marionetas con los dos. La cuestión es que todo se había vuelto tan real que, por momentos, la ficción había sobrepasado la realidad y ya ni el poeta podía reescribir sus versos. Parecía que no le iba a quedar otra que vestirse de héroe para recuperar a su doncella.
   Daba vueltas en círculos mientras el cielo se volvía violeta y comenzaban a llover alas de murciélagos. Tuvo que cerrar los ojos e introducirse en la situación. Empezar a girar en un remolino del tiempo que lo mareaba, que entre distintas fotos de una agradable cronología de situaciones melódicas, lo armaron de valor para poder enfrentar un escenario que le era esquivo.
   En una situación racional todo resultaría imposible, pero nada lo era; es más, esto ni siquiera era la realidad, se dio cuenta que era el relato que estaba creando y que si quería podía borrar al monstruo en unos segundos. Pero el problema era que todo se había vuelto tan real y ya las incógnitas se desprendían de sus máscaras. Todo había llegado hasta un punto en que ya no solo se desconocía de tiempo y espacio, sino de que era real y, por el contrario, ficticio.
   Pero ya nada podía importar, flotando en la deriva un reloj de arena le balbuceaba que la cuenta regresiva era mínima, por lo que decidió reaccionar y dominar todo con la mente. De a poco todo se enriquecía de colores flúor entre vientos asfixiantes. Empezó a temblar y todo lo que estaba a su alrededor comenzó a desintegrarse, y a medida que nuevamente fue cobrando el sentido se encontró en una especie de baldío estelar, pero con ella entre sus brazos. Aturdido y sorprendido por lo que había pasado, la sujeto fuerte y en una especie de instante congelado se miraron a los ojos por un extenso lapso de tiempo.