En 2147 fue el momento cúlmine, el
metafísico, en el que enlazaron su deseo y dejaron una serie de incógnitas
hacia un siguiente paso en una posible escala simétrica. Un juego de palabras,
sentidos y el misterio habitual del destino. Entre conflictos, enredos y una
unión ya intachable se encontraban en el confuso camino del pensamiento. Cada
uno sabía como llegar a la otra punta del laberinto, pero necesitaban la
convicción de hallar el momento indicado.
Pero hubo un período en el que se
conocieron, parece de aquellos lejanos en el tiempo, pero no lo es. Sería
complicado encontrarle una exactitud temporal antes del año bisagra, pero ese
momento existió. No fue de la manera que muchos podrían imaginar, ni tuvo la
épica de los hechos que vendrían después. Indiferente aunque cordial, pero en
esas primeras miradas nada hacía suponer la epopeya que sucedería luego.
El cosmos es tan misterioso que casi siempre
termina siendo encantador. En tiempos separados, pero adictos a la misma
poción, los terminó uniendo la mística de la química entre ambas partes. Eran
momentos extraños y confusos, hasta quizás de fuga; pero por esas cosas de la
vida, las fichas habían caído en el mismo casillero.
Sin indagar demasiado en el propósito de
todo esto, gran virtud en los deberes tuvo una posible realidad virtual, una
especie de gestor que ayudó al contacto e hizo hincapié hacia el
desenvolvimiento físico de los hechos. Debería estar escrito, o no, pero la
causa se vistió de gala y musicalizó la situación. Todo sucede por algo en
particular, sólo que a veces el eje a una respuesta no está tan visible, y el
camino para investigarlo se hace arduo, aunque quizás eso fue lo que provocó la
magia que comenzó a adornar todo.
En una especie de presente, quizás se
encuentren en la misma órbita, aunque en sitios diferentes, ellos saben que no
tienen que perder el contacto y concebir el cometido de su misión; ya el futuro
es indefino, pero un tanto más lúcido, de chispazos entre la aurora de un
horizonte encandilante.