domingo, 6 de abril de 2008

Barajas

Como todos los domingos, la cita del poker era en un sitio ficticio llamado “El purgatorio” al que Daniel y Samuel concurrían sin falta, semana tras semana. Como era habitual mientras se mantenían en la sala de espera, estaban a punto de desenvainar sus navajas por sus ya épicas discusiones metafísicas.
Al rato, encerrado en su anorak negro y cargando su moderna arma agrícola, se empezaron a escuchar sigilosamente los pasos de Monti.
-Era hora, siempre llegando tarde, caballero- susurra Daniel mientras se secaba el sudor del bigote.
-Perdón, es que el Mustang cada vez anda peor, encima el mecánico siempre me estafa con que es un problema de dirección.
Adelantándose y relamiéndose de alegría al ver que su otro contrincante estaba en la arena de batalla, Samuel fue a la barra a servir unos martinis, no antes de poner un Lp de Serge Gainsbourg. Al minuto era el primero en sentarse en una mesa redonda que habían comprado años atrás en una subasta por Mercado libre. Agarró el mazo, se puso a mezclar y como si alguien le hubiera dado cuerda comenzó a reír diabólicamente en reiteradas ocasiones.
-¿Mucho laburo, Monti?- le dice Samuel mientras comienza a repartir los naipes.
-Sí-suspira 23 veces- a mi siempre me toca hacer el trabajo sucio, aunque sea no me complico en la oficina como ustedes, compañeros.
-Ehh, paren nos olvidamos de algo, ¿hoy toca Texas Hold ‘em, no?- pronuncia Daniel tratando de imponer su clásica autoridad.
-Obvio- dicen a coro los otros dos en tono burlón.
Entre anécdotas y carcajadas, los tres amigos comenzaron su partida. El motín iba pasando de un lado a otro de la mesa, las horas transcurrían, las copas se vaciaban y los ceniceros se sobre poblaban.
-¿Qué tal estuvo su día, compañeros?- trancurridas cuatro horas les pregunta Monti con una cara de “hagamos tiempo que si sigo así no llego a fin de mes”.
-Fue una noche muy larga, fuimos con unos locos al boliche a bailar Drum & Bass y entre un cóctel de mescalina y éter terminamos en una orgía con un grupo de colegialas a las que les entramos diciéndoles que éramos extranjeros- cuenta Samuel mientras saborea su whisky-¿y vos qué onda, Daniel?.
-Ayer fue tranquilo, fútbol con los muchachos del barrio en el parque, pero como saben a mi lo que me mata son los domingos, debo ser uno de los únicos boludos que se levantan bien temprano a laburar. Encima para escuchar a aquel que me dice “quiero estar bien de salud” o “no consigo trabajo” ¡pero malditos!¿por qué carajo no dejan el cigarrillo, los deportes extremos y compran el clasificados?.
-Sí, la gente es un desastre-dice Monti mientas mueve entre sus dedos las pocas fichas que le quedaban-, estos seres no entienden, piensan que se las saben todas y que llevan la capa de Superman. Hoy un salame empilchado de Ralph Lauren al que le dije que ya era la hora de viajar, me decía que no. Me suplicaba que corría maratones, no ingería alimentos con grasas trans, que apenas tocó a su mujer luego de realizar los votos matrimoniales, le pasaba una mensualidad a su suegra y encima no conducía borracho. Eso sí, el tan boludo tuvo la magnífica idea de quedarse colgado observándole los pechos a una joven que se cruzó en medio de Avenida Del Libertador y ¡pufff! Un taxi Renault 12 se lo llevó por delante. Y tan solo pensar que unas voluptuosas esculturas ¿naturales? se llevaron su vida “modelo”.
Sus miradas ya se perdían entre risas y rencores. Las agujas del reloj ya habían recorrido extensos kilómetros desde que todo había comenzado, en tanto que las cartas ya estaban nuevamente en manos de cada uno: un par de J para Daniel, un 9 y una Q para Monti y un 7 y un 10 para Samuel. Daniel entra con dos fichas de 10 pesos, en tanto que los otros dos igualan la apuesta. Samuel descubre las cartas y el Flop resulta ser un A, una K y un 7.
-100- tira Daniel las fichas sobre la mesa mientras prendía su cigarrillo ilegal.
-Me voy, ¡qué hijo de puta! Seguro tiene el A o una pierna- tartamudea Monti.
-¡Qué sean 100 y 200 más- lo provoca Samuel mientras se desabrocha su saco de cuero rojo.
-Pongo.
La cuarta carta o el Turn terminó siendo otro A y dejó a los dos mirándose fijamente como si estuvieran batiéndose a duelo.
-¡Rápido que no somos inmortales!- grita Monti mientras sirve otra tanda de martinis.
Ambos, como queriéndose desentender de la situación apuestan apenas cinco pesos para ver la carta final. La crucial instancia The River termina siendo un 8.
-Paso.
-¡Voy con todo!¿cuánto te queda?¿apostás o te vas a casa con apenas esas migajas?- sonríe Daniel.
-Me voy, ya fue mucha guita por hoy ¡ya nos veremos la próxima, desgraciados!.