
Sosa (Ricardo Darín) será un prisionero de su profesión y trabajo, un ave de rapiña siempre en busca de algún accidente o provocándolo para el bien de la fundación, entidad que tendrá contacto tanto con la policía com

Todo será un caos hasta que conozca, en una de sus largas noches, a Pilar (Martina Gusman) una médica que le cambiará sus expectativas de vida, y no sólo será un mero contacto para él, sino que se enamorara de ella.
Trapero trata de mostrar un colectivo social, para a partir de éste contar una historia particular, la de Sosa y Pilar: dos personajes marginales, ya que él posee un pasado oscuro que le hizo perder su matrícula y el

Carancho es una película fuerte. Cada accidente por el que respiran sus protagonistas tiene un sumo condimento morboso, no del esplendor bizarro de Crash de David Cronenberg, sino ambientado a la vida misma.
Como a lo largo de su filmografía, Trapero fue construyendo una estética que a simple vista podría asimilarse a la del registro documental, y que damnificada con una fotografía oscura y de solemnes grises, crea mundos ficticios y tensionantes, pero que bien podrían ser un reflejo de la realidad.
Carancho termina afirmando la madurez a la que ha llegado Trapero, a una especificidad propia entre la acción dramática y los aspectos visuales; y aunque por momentos el film pueda parecer un tanto denso, logra correctamente otra obra característica de su director, siendo fuerte y provocadora.