jueves, 6 de diciembre de 2012

Destino

   Como artesana, tejía una larga telaraña que iba cubriendo cada extremo del interior del ser. De la nada, una aparición magistral, coronada por su encanto y el viajar cada noche en el tiempo, reírse de los kilómetros.
   Apasionada interlocutora de aventuras espaciales. La siembra de una duda y la investigación del porqué de las cosas. Era un trabajo de detective, de orfebre o de contorsionista. Una risa, un brindis y la excitación. Un viaje misterioso que ya no lo era, o al menos no empezaba a serlo.
   Un sube y baja en el desierto y un momento cúlmine en el futuro. El aroma encantador de una noche atemporal, seleccionada al azar y alimento de las mil y un alucinaciones. Cuando la orquesta toca una sinfonía misteriosa siempre esta latente el hecho de qué pasará. La tensión de los mortales y la utopía de la inmortalidad de una situación pausada en el tiempo o la incertidumbre del continuará. Aquel hipnotizador portal en el que se dio el contacto.
   El problema de no ser un robot mientras una ardilla escribe un guión en el cerebro. Una historia de carácter automática y surrealista. El miedo a lo desconocido dentro de lo conocido, al eterno dilema del qué pasará.
   Una cabalgata. De lejos el amanecer, pintado y pasional, en llamas como pocos. Su arma era la pluma, la que le permite escribir un camino a recorrer. Una musa en medio de una tempestad que ya estaba siendo olvidada. La ruta de las incógnitas y de las preguntas, con o sin respuestas. Encender un cigarrillo; esperar, respirar, sonreír. En fin, eso es lo que cuenta; un viejo proverbio del más allá indica que las grandes aventuras siempre continúan y tienen sabor a rock.