Un paralelepípedo que encierra una isla
desierta, un paraíso lejano y desconocido. De lejos un avión invisible y tierra
abajo una hamaca paraguaya, sobre ella la inocencia, la pasión y la
indiferencia. Maullidos espontáneos dominan la escena y se pierden como ecos en
la tempestad.
Los acordes de Django Reinhardt y un paseo
en alfombra mágica. El reloj de arena estaba mojado por dentro. Una espada y
una muerte lenta, aunque imaginaria porque esto debería ser un sueño o lo que se
soñaba en ese sueño.
Un encuentro extraño y las cartas
misteriosas de siempre. El juego de las realidades paralelas y el saber elegir
con cual quedarse. La sensación de estar perdido en el tiempo y al ras de una
adrenalina que era poco habitual. Como tomar un helado en el espacio.
Nadar en el barro hacia el horizonte. Un
cuestionario en otro idioma para encontrar la salida del laberinto de la
incomunicación. La banda sigue tocando y su sonrisa seguía ahí. Un salvavidas
para los momentos inoportunos o quince minutos entre un ramo de flores y una
cerveza de segunda marca.
Recostándose sobre su pecho. El inicio de
una epopeya onírica y el sol que temía salir de atrás de una oscura nube. Un
recorrido escalonado hacia el imprevisto deseo de las consecuencias del
destino. Había una vez un portal hacia el futuro dónde pasaban cosas
trascendentes.